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Si bien esta crisis ha provocado y sigue generando problemas globales, también ha llevado a muchas personas a reflexionar sobre sus prioridades .

Y ha arrojado luz sobre verdades incómodas sobre nuestro modelo de desarrollo que solíamos seguir ignorando y que ahora requieren la máxima atención porque ya no podemos permitirnos retrasar.

El mundo, el medio ambiente, la sociedad nos necesitan, nuestro aporte y una nueva visión, para cambiar a mejor.

No es que sea fácil tomar este camino dadas las muchas dificultades agravadas por la crisis, pero es fundamental. Hay quienes se han dado cuenta de esto, que han entendido que apostar todo por el egoísmo personal, en su propio beneficio, no es una prioridad, ya no puede serlo, porque va en detrimento de todos y por tanto también de ellos mismos.

Avanzar no significa necesariamente avanzar. Alimentar las prioridades motivadas principalmente por el egoísmo no significa evolucionar. Tanto es así que en este extraño período, las injusticias de un mundo todavía demasiado injusto con los más débiles, demasiado frenético y estresante, donde el más fuerte gana y el más frágil es olvidado, han salido a la superficie de manera descarada, cuestionando valores y prioridades.

Sería mejor no tener que llegar a este punto pero a veces son precisamente las situaciones de crisis las que despiertan a las personas, las hacen conscientes y finalmente preparadas para comprometerse con la construcción de un futuro diferente.

Y así es como cambian las prioridades, porque es en momentos inquietantes y desestabilizadores como estos donde cambiamos con mayor facilidad, sintiéndonos obligados por las circunstancias a elegir entre lo que realmente nos importa y lo que no es tan importante como pensábamos.

Ahora tenemos que entender lo que realmente necesitamos y lo que no , tomándonos nuestro tiempo, reduciendo la velocidad un poco y uniendo fuerzas para luchar contra la injusticia y clamar por un mundo que respete a las personas y la naturaleza. A menudo nos preguntas "qué puedo hacer", ante los desastres ecológicos que contamos cada día y que se están multiplicando cada vez más en este último período (aunque el encierro le ha dado un respiro a nuestro mundo). La respuesta es simple. Cada uno de nosotros puede contribuir personalmente con nuestras pequeñas pero importantes decisiones diarias.

Porque un mundo guiado por el respeto es un mundo mejor para todos.

Donde no será necesario trabajar turnos agotadores para salir adelante, donde todos tendrán derecho a una vida digna, donde no será necesario anular a los demás para ser fuertes y exitosos, donde el bien del otro será tan importante como el propio gracias a la conciencia de que todos estamos interconectados, lo que la pandemia ha contribuido a destacar.

Pero para crear un mundo así, necesitamos la contribución de todos nosotros. Y nuevas prioridades. Eso ya lo sabíamos. Pero la crisis que vivimos lo ha "arrojado" literalmente en la cara.

Ahora o nunca. Creemos en eso. ¿Y tú?

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