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Ha llegado, ha llegado ese fatídico 18 de mayo. Una vez que la estructura tricológica ha sido restaurada al máximo de su capacidad, las barbas sin cultivar han sido reconstituidas, las ropas de la primavera pasada han sido desempolvadas, todos (más o menos) hoy estamos listos para partir nuevamente. Bares y restaurantes, peluquerías y barberos, hoteles con la marca Covid-free y museos con distanciómetro.

Durante semanas nos hemos estado preguntando si, después de esta tormenta, estaríamos mejor que antes, pero ahora todo parece haberse reducido a la mera dimensión de qué tan cerca y cómo, de cómo saludar o estornudar o ir a tomar un café. Detener.

Sin embargo, más allá de las reglas impuestas, sigue siendo responsabilidad de todos limitar el número de infecciones . Ahora más que nunca, debemos usar el sentido común y la autoconciencia. Ahora más que nunca, ha llegado el momento en que sería bueno pensar en los demás y no solo en nosotros mismos.

“Desconfinamiento”, esta palabra se tomó prestada de la física tanto como la hemos codiciado. Pero la responsabilidad de cada uno de nosotros es fundamental durante este período de "desconfinamiento", en el que debemos, nos guste o no, seguir viviendo con el virus. Se nos pide que no demos por sentado ese sentido de supervivencia ahora necesariamente vinculado a la hermosa y buena conciencia de que somos parte de una comunidad.

En nuestra historia más reciente, nunca hemos tenido un conjunto de reglas tan estricto: no hay libertad para caminar, las persianas cerradas, trabajar desde casa, no hay reuniones ni siquiera con familiares (famosos). Las medidas tomadas para frenar el número de infecciones nos han mantenido cautivos en nuestros hogares, mientras el mundo se ha puesto en un (¡maravilloso!) Stand-by.

Ahora empezamos a despertar tímidamente, lo hacemos a través de nuevas medidas que nos permiten pequeños pasos con los que recuperar la actividad económica y nuestra oportunidad de volver a entrar en contacto con la calle, con la gente, con lo que llamamos “normalidad”.

Por ahora, ay, esa normalidad nos parece lejana: hay familias que no llegan a fin de mes, sabiendo que quizás el próximo mes no podrán llenar el frigorífico; los niños no pueden continuar sus estudios con normalidad y muchas empresas no saben cómo ni cuándo podrán compensar sus déficits.

Por eso es hora de demostrar nuestra madurez como humanidad, nuestra capacidad de ser responsables y cuidar no solo de nosotros mismos, sino también del otro, de lo que es igualmente precioso y necesario en este mundo.

Ha llegado un momento crucial en el que nadie tiene que recordarnos lo que no está permitido y cuando no basta con cuidar nuestra salud física (ya que todos hemos aprendido a respetar la distancia de seguridad y a salir de casa con máscara): en de alguna manera, esta pandemia también debe despertar en cada uno de nosotros nuevos valores éticos , con los que dar sentido y sentido a todo lo que vivimos.

No se nos pide simplemente que sigamos las reglas. En estos meses de encierro, muchos han realizado un valioso ejercicio de reflexión para entender que lo que nuestro mundo necesita ahora es empatía , generosidad y saber actuar en grupo para superar con éxito este momento de crisis a todos los niveles.

Porque el sentido de humanidad implica ir más allá del egoísmo, la autogratificación para comprender que somos un grupo social y que nuestra supervivencia comienza con el cuidado y protección del otro.

¿Como? Para ser útiles y ser parte de esa verdadera transformación que necesitamos ahora, de la manera exacta en que todos podemos vivir juntos de manera segura, cuidando el bienestar de los demás.

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