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El abrazo es un gesto muy poderoso desde un punto de vista emocional pero también físico. Sabiendo esto debemos ser particularmente generosos y dispensar muchos todos los días comenzando por nuestros hijos. De hecho, parece que los niños más acogidos son también los que tienen mejor desarrollo cerebral.

El tiempo que se pasa con la familia y los niños no solo fortalece los vínculos, sino que también es capaz de brindar innumerables beneficios físicos. Un simple abrazo a un ser querido, por ejemplo, provoca sorprendentes cambios positivos. Cuando intercambiamos este signo de cariño y cercanía, entra en juego la oxitocina, también conocida como la hormona del amor.

Esta sustancia regula numerosos comportamientos sociales vitales, como la capacidad de vincularse emocionalmente con amigos y familiares. Ayude a las madres durante el parto y luego desarrolle vínculos saludables con sus bebés protegiéndolos y haciéndolos prosperar. Por tanto, se puede decir que nuestra supervivencia también está ligada a la existencia de esta hormona que favorece los lazos sociales y aumenta el desarrollo cerebral al reducir la ansiedad y el estrés.

Su producción es estimulada no solo por los abrazos sino también por la lactancia materna y el contacto piel con piel. Entonces imagina lo que le puede pasar a un niño que no experimenta los abrazos y el cariño de quienes deberían cuidarlo …

Es probable que el efecto negativo se sienta en la confianza que (no) desarrollará hacia los demás y en su capacidad para establecer relaciones saludables con otras personas.

Según una nueva investigación del Nationwide Children's Hospital en Ohio, el afecto físico que se expresa principalmente a través de abrazos durante el período de desarrollo del niño es incluso más importante de lo que se pensaba.

De hecho, los investigadores han notado que cuanto más se abraza a un niño, más oportunidades tiene su cerebro de desarrollarse de la mejor manera. Para confirmarlo, el equipo de expertos tomó una muestra de 125 bebés, tanto prematuros como a término, cuya forma de ser atendidos en los primeros meses de vida se examinó.

Los resultados mostraron que los bebés prematuros respondieron al afecto menos que los bebés nacidos a término. Lo que también se encontró, sin embargo, fue que los niños que recibieron más afecto de sus padres o del personal del hospital exhibieron una respuesta cerebral más fuerte.

Las primeras manifestaciones de amor de los padres y cuidadores tienen efectos duraderos en cómo el cerebro del niño reacciona a las muestras de afecto y esto significa concretamente que abrazar temprano y durante mucho tiempo podría ayudar a los pre-bebés. Termina por experimentar el afecto como una circunstancia placentera en lugar de opresiva, mientras estimula las respuestas positivas del cerebro.

Según la investigadora Dra. Nathalie Maitre, este descubrimiento nos dice que algo tan simple como el contacto corporal o acunar al bebé en sus brazos puede marcar una gran diferencia en cómo se desarrolla su cerebro.

Por lo tanto, el afecto es fundamentalmente vital no solo emocionalmente sino también biológicamente para el desarrollo saludable del cerebro.

Todo lo que queda es hacer lo que toda madre (y padre) siente instintivamente: ¡abrazar a sus hijos tanto como sea posible!

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Francesca Biagioli

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