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No hay paz para los bosques del Amazonas, literalmente bajo ataque en todos los frentes. Incluso en Colombia, mafias y acaparadores de tierras se están aprovechando de la emergencia sanitaria para quemar la selva sin frenos ni restricciones. Es una situación dramática y sin precedentes.

El país se enfrenta a una de las peores crisis ambientales, como también está sucediendo en Brasil , donde, explotando la pandemia, no solo los mineros de oro y los traficantes de madera están apuntando a las tribus aisladas más vulnerables del planeta. La deforestación está aumentando a un ritmo inquietante , sin precedentes y con la aprobación del presidente Bolsonaro.

El mayor asalto a tierras de tribus aisladas en Brasil en curso (con la bendición de Bolsonaro)

Ciertamente, no es mejor en Colombia. La deforestación está azotando al país, uno de los países más ricos en biodiversidad del mundo . Como también ha ocurrido en otros estados sudamericanos, ni siquiera la pandemia y las medidas de contención para contener la propagación del coronavirus han logrado frenar la destrucción de la selva amazónica. Por el contrario, las asociaciones ambientalistas temen que las mafias y el hampa se estén aprovechando de que gran parte de la atención del gobierno sea absorbida por la emergencia sanitaria.

La deforestación es la principal causa del cambio climático en Colombia, que cuenta con un patrimonio forestal excepcional: los bosques naturales cubren casi 60 millones de hectáreas. Tras la firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la deforestación ha aumentado significativamente en varias regiones, alcanzando un pico de alrededor de 220.000 hectáreas en 2021 . Sin embargo, con el apoyo de Alemania, Reino Unido y Noruega, el Ejecutivo se ha marcado objetivos más agresivos para reducir el fenómeno.

Ya en 2021 la situación estaba mejorando, con una disminución significativa de la deforestación pero en este momento hay muchas preocupaciones, especialmente relacionadas con la pandemia. Además, existe un problema con la velocidad de entrega de datos, como explicó Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS):

"Desafortunadamente, debido a que el sistema es tan lento en su medición, recibiremos datos de lo que sucedió en 2021 cuando veamos los efectos del bloqueo en 2020".

Según Botero, algunas áreas de Colombia pueden tener la mayor concentración de deforestación en toda América, pero en ausencia de información oficial del Ministerio del Ambiente, el Director de la Fundación sugiere que la destrucción de los bosques colombianos durante los primeros cuatro meses de 2020 podría superar al de todo el 2021.

Botero solía monitorear la situación en la selva a través de una avioneta. En su último sobrevuelo, que se remonta al 16 de marzo, observó que se estaban construyendo una serie de carreteras a un ritmo vertiginoso. Estas son arterias tanto legales como ilegales que tienen una "relación directa" con la deforestación. En varias zonas de la Amazonía, este año se han abierto más de 280 kilómetros.

A la espera de datos oficiales, la fundación ha estado estudiando las llamadas "pistas" de los puntos calientes activos que suelen estar relacionados con los bosques y los incendios forestales. En marzo, el mismo mes en que se lanzó la cuarentena nacional para detener la propagación del covid-19, se identificaron 12.958 en la selva amazónica del sur de Colombia, frente a 4.691 en 2021.

Estos datos se suman a las quejas sobre varios grupos que están explotando las medidas de confinamiento - vigentes hasta el 25 de mayo - para talar bosques y amenazar a las comunidades involucradas en programas ambientales.

“El control de estas acciones delictivas es difícil, ya que las autoridades ambientales están amparadas por el aislamiento preventivo obligatorio que está vigente desde el 25 de marzo en todo el país” y que se ha extendido en varias ocasiones. “El Estado colombiano depende enteramente de las fuerzas policiales y militares para controlar el fenómeno mientras dure la cuarentena”.

Por si fuera poco, en esta dinámica participan disidentes, narcotraficantes y bandas criminales, pero también el sector agrícola, como lo demuestra el avance de los cultivos de eucalipto y palma. Y en los próximos meses corremos el riesgo de ver otra ola devastadora de incendios, cuando comience la estación seca en el Amazonas.

A fines de abril, el subprocurador de asuntos ambientales y agrícolas Diego Fernando Trujillo, apeló al presidente Duque pidiéndole que declarara una emergencia ecológica y climática para combatir la deforestación.

"Es urgente proteger nuestros bosques y su biodiversidad, que son el pilar fundamental en apoyo del bienestar de una nación y su desarrollo", decía la carta firmada por el abogado para asuntos ambientales, Diego Fernando Trujillo y buscando apoyo. sobre el cambio. "La deforestación en este país tiene una tasa exagerada con o sin pandemia", dijo advirtiendo que los criminales pueden beneficiarse de que los militares se involucren en otras tareas durante la crisis de salud.

La pandemia también teme recortes en el sector, justo en un momento en que el gobierno colombiano ha perdido el control territorial en las regiones amazónicas donde la disidencia ha expulsado al personal de los parques naturales nacionales (PNN) de diversas áreas protegidas.

Para la Procuraduría General de la República, es necesario que el Gobierno cree un registro nacional de áreas deforestadas y quemadas, para que no se permita su explotación agrícola, ganadera y comercial a partir de actividades ilícitas, así como implementar una amplia gama de monitoreos. y seguimiento.

"Cualquier sociedad que socave su base ambiental y ecológica tiende a desaparecer", se queja Trujillo.

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Fuente de referencia: Sostenibilidad.semana, Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible via ElPais

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