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Si tenemos o no pasión por los amigos de cuatro patas es una cuestión de ADN. Según un nuevo estudio realizado por un equipo de científicos suecos y británicos, de hecho, el amor por los perros es algo que se hereda, tal como está escrito en nuestro código genético.

En la investigación publicada en Scientific Reports y realizada para evaluar precisamente la " heredabilidad " del amor por los perros, los estudiosos se preguntaron si los factores genéticos también podrían influir, ya que estudios previos ya habían demostrado que la compañía de los perros en la infancia puede conducir a una afinidad duradera a lo largo de la vida.

Al comparar los genomas de más de 40.000 pares de gemelos incluidos en el Registro de gemelos sueco, los investigadores asumieron que mientras que los gemelos idénticos comparten el genoma completo, los gemelos no idénticos comparten solo aproximadamente la mitad de su composición genética. Por tanto, analizándolo, se puede comparar el impacto del medio con respecto a la genética de un elemento dado.

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Para las nuevas encuestas, los investigadores analizaron 85,542 datos de gemelos durante 15 años. De estos, 8,503 personas tenían perros. Luego crearon modelos informáticos para identificar patrones entre los gemelos que podrían representar una influencia genética o impactos ambientales que modelaron el apego de por vida a los perros.
Los resultados encontraron que si un gemelo tiene un perro, la probabilidad de que el hermano tenga un perro aumenta, un hallazgo que los científicos atribuyen más del 50% a su genoma compartido. En cualquier caso, el entorno también influye en nuestra "preferencia" por este animal, elemento que ya estaba claro anteriormente.

"Estos hallazgos son importantes ya que sugieren que los supuestos beneficios para la salud de tener un perro reportados en algunos estudios pueden explicarse en parte por la genética diferente de las personas estudiadas", dice el coautor Carri Westgarth, profesor de interacción humano-animal en la Universidad de Liverpool en el Reino Unido.

Aún no se conocen los genes responsables de esos sentimientos hacia los perros, pero el estudio indudablemente ha demostrado cómo "la genética y el medio ambiente juegan un papel igual en la determinación del amor por un perro", dijo el coautor del estudio Patrik. Magnusson.

El siguiente paso, concluyen los investigadores, es tratar de identificar qué variantes genéticas influyen en la elección de tener un perro y cómo se relacionan con los rasgos de personalidad y otros factores.

Germana Carrillo

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