Un desastre gravísimo, transcurrido casi en silencio. Otro derrame de petróleo que los medios de comunicación de todo el mundo han ignorado. Estamos de regreso en el Golfo de México, donde se ha producido el derrame de petróleo más grave en los últimos días desde el desastre de British Petroleum que en 2010 provocó el hundimiento de la plataforma Deepwater Horizon y la muerte de 11 personas.
LLOG Exploration Co.informó que entre el 11 y el 12 de octubre, de 7,950 a 9,350 barriles de petróleo terminaron en las aguas de la infraestructura submarina, a unos 64 kilómetros al sureste de Venice, Louisiana. Este es el mayor derrame de los últimos siete años.
Algo así como 1,5 millones de litros de petróleo están poniendo en riesgo el ecosistema marino del Golfo, ya probado por numerosos accidentes, en primer lugar el de BP.
En la raíz del desastre, una falla técnica en las tuberías de una de las tuberías más pequeñas utilizadas para conectar un pozo a estructuras submarinas cercanas.
Las barreras a ambos lados de la fractura bloquearon parcialmente la liberación de petróleo. Se cerró el sistema submarino afectado por la falla, reduciendo así también la presencia de crudo transportado por la plataforma flotante Delta House.
BSEE, la agencia federal que regula la energía marina y las actividades extractivas, ha iniciado una investigación para determinar la causa o causas del accidente, y también ha tratado de emitir recomendaciones para evitar que sucedan eventos similares en el futuro, como dijo Lars Herbst, jefe de BSEE para el área del Golfo de México.
La plataforma Delta House está activa desde abril de 2021 y tiene una capacidad máxima de 100.000 barriles por día de petróleo y 6 millones de metros cúbicos de gas.
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Ahora será necesario comprender hasta dónde ha llegado el petróleo y cuál es el daño al ecosistema marino.
Periódicamente nos enfrentamos a desastres de este tipo, no solo en el Golfo de México sino también en el Mediterráneo, como sucedió recientemente en Grecia. ¿Realmente necesitamos tanto aceite? Es natural preguntarnos, más aún, si las alternativas existen y son decididamente menos contaminantes.
Francesca Mancuso
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