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Hay abuelos que leen cuentos de hadas y niños que los escuchan con ojos vivos y ojos curiosos. En Piacenza hay un jardín de infancia muy especial, reservado para niños y ancianos de 3 meses a 90 años.

El proyecto lo lleva a cabo la Unicoop del municipio emiliano que define el experimento como una educación intergeneracional que combina las actividades que se realizan normalmente en un jardín de infancia, con las de un centro para mayores.

El resultado es un encuentro entre pintura, lectura, clases de cocina, talleres donde abuelos e hijos intercambian sonrisas, emociones y gestos. Las ventanas luminosas dan a un césped verde, las habitaciones son grandes y coloridas y tienen capacidad para 80 personas mayores y 40 niños de tres meses a tres años.

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Los lugares están divididos para mantener las necesidades y requerimientos dictados por las diferentes edades, pero luego están los espacios comunes, donde se realiza la magia, donde se fusionan generaciones, donde las distancias se dividen idealmente.

Entre un cuento de hadas y la masa para un pastel, los niños experimentan la belleza de recibir el cariño de sus abuelos, mientras estos últimos abandonan su melancolía senil, dejándose arrullar por la ternura de los pequeños.

El proyecto ya está consolidado en Francia pero nació en Seattle , en “Providence Mount St Vincent”, la primera guardería insertada en un centro de ancianos, que se hizo famoso en todo el mundo con el documental “Present Perfect”.

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Las personas mayores son un recurso precioso y la interacción con los niños se estimula y aún se siente útil, dejando atrás esa sensación de malestar, que puede acompañar los días de una persona que vive en soledad. Los niños, en cambio, tienen mucho que aprender de estos abuelos que son un pozo de conocimientos.

Todos los días, en la guardería que también es un asilo de ancianos, el personal acompaña a los niños y ancianos a las salas comunes, es precisamente allí donde comienzan las actividades que son diferentes según las necesidades de ambos.
Entonces aprendes a no tener miedo de las arrugas y las discapacidades físicas y mentales.

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“Pensar en acciones intergeneracionales es valorar la vida concebida como un arco, un continuum existencial en el que cada fragmento de vida se concibe en gestación y adquiere un valor intrínsecamente ligado a los momentos que la precedieron así como a los que le seguirán”, se lee en la web.

Un experimento exitoso que esperamos llegue pronto a otras ciudades italianas.

Dominella Trunfio

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